jueves, 26 de enero de 2017

Mr. Coward

Llevaba un vestido a medida hecho de tristeza, en sus labios podía olerse aún el hedor del olvido, de sus ojos brotaban las notas de un piano y los acordes de un violín viejo, casi oxidado, erguido contra el paso de los años. Su piel se había vuelvo papel de lija por la ausencia de caricias, en el desierto de su sexo quedaba hueco, únicamente, para un mar de dudas, para esas discusiones enfrentadas entre su ello y su alterego. 

Y aún así, seguía siendo terriblemente guapa. Conservaba el encanto de una pasión dormida como una bestia agazapada, como si estuviera guardando los besos para cuando esa persona apareciese, cuando fuera el momento perfecto para gastar la saliva y el sudor acumulados, para derrochar gemidos y palabras lascivas...
... para volver a encontrarse con el amor.

Mientras tanto camina sola, entre la multitud, esperando a cruzarse con alguien que vaya con el corazón por delante, extendido en una mano, repleto de cicatrices, pisoteado y magullado, herido y agujereado, pero tan valiente para seguir latiendo y tan cobarde de hacerlo por no querer morir. 



"Te escucharé los ojos y podré oler el mar..." (Arri). 

2 comentarios:

  1. Una búsqueda incorrecta en Google me llevó hasta tu blog y he leído todos los post. Son increíbles. La manera que tienes para transmitir lo que sientes en palabras sencillas. También afortunada la persona la cual te inspira para escribir sobre ella, si es que la tienes.
    Sigue así, gracias!

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    1. Muchas gracias Lucía, un placer que valores las cosas que dan vueltas por mi cabeza. ;)

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