sábado, 10 de diciembre de 2016

Latidos de reloj

Es lo que todos los muertos echan en falta.
Los ricos querrían tener más, aunque a algunos se les quedó corto pronto.

Todos quieran manejarlo a su antojo, que salte, que corra, que vuele, que se pare.
Incluso querrían hacer que retrocediera.
Es imposible de comprar o vender, aunque sí lo puedes contar.
Mientras vives, él se muere lentamente, dentro de ti.
Por las aceras camina, dejando luces y creando sombras.
Obligando a los humanos a poner las calles mientras otros aún siguen de fiesta.

Viola a los sueños de poetas santos y profanos.
Ulula en tu ventana, con cada amanecer, arrullándole al despertador.
Entre barricas duerme y hace mejor al vino, y más sabio al hombre.
Luego se acomoda entre las arrugas de unas sábanas manchada de flujos y se queda dormido.
Al amanecer se habrá ido, corriendo por la ventana, como si nada hubiese sucedido.

"Lo único que puedo ofrecerte, es mi tiempo..." (Arri).


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