Tan duro como opositar a la muerte, saber el final y verla acercarse poco a poco, con su sonrisa macabra y su piel blanca. Es como ver venir una hostia de lejos y saber que la tienes que recibir, sin poder cubrirte. Eso, eso es el paso del tiempo, alimentados con los dejà vús repentinos.
Creo que esto ya lo viví antes -y sin embargo parece que ya forma parte de mi acervo.
Un acervo de descalabros, de errores repetidos, de dones por miles, de virtudes secas, de un prepotencia sobrevenida, de locura contenida, de ganas de correr y llorar y gritar y de romper cosas contra la pared. De silencios, de poesías que rebotan contra la pared, de escribir versos sobre un cristal lleno de vaho, de manchas de carmín en la camisa, de sonrisas sin compromiso y de polvos que maniatan el alma.
De aquello que inunda cada centímetro cuadrado de mi piel, la más exquisita y absurda estupidez.
"Supongo que fueron todas y cada una de mis elecciones las que me trajeron hasta aquí..." (Arri).
No hay comentarios:
Publicar un comentario