Hubo un momento en el que conseguimos que la razón asesinara
a la pasión, en el que lo racional mató a lo increíblemente bello.
Hubo un momento en el que sacrificamos a nuestros sueños en
aras de una vida estable y cómoda, un sueldo a fin de mes y una vida llena de
los mismos convencionalismos que nos llevó a ser seres programables, autómatas,
incapaces de variar un ápice nuestra vida, incapaces de reaccionar a un cambio,
incapaces de tomar una decisión en segundos, en variar el rumbo, en vivir.
Hubo un momento, en el que te dijeron que lo mejor es que
eligieras una vida sin sobresaltos y estable y que te olvidaras de tus sueños…
Y ese momento coincidió cuando te hiciste mayor. Por eso, yo aún sigo siendo un
niño.
“He pagado a un sicario para que asesine mis sueños... pero
no ha conseguido matarlos (aún)”. (Arri)
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