Dentro de poco me verás caer, claudicar y arrodillarme,
clamar al cielo, jurarle los muertos al destino, gritar desesperado, apretar
los puños, hacer que los dientes chirríen, blasfemar al viento, rendirme en mi
último suspiro. Lo mandaré todo a la mierda, querré dormir veinte horas, me la
sudará el mundo, la gente y hasta mi propia vida.
Ignórame. Dame una bofetada. Crúzame la cara. Y después,
bésame. Demuéstrame que me equivocaba.
Y volveré a ser yo.
El que no se rinde. El que siempre se levanta. El que
respira hondo y avanza. El que se cura las ojeras con café y sacarina. El que
sonríe aunque le pesen los labios. El que después de caerse se sacude y
continúa. El que te acompaña. El que te empuja. El peregrino que te dará de su
cantimplora. El hombro amigo. El que esquiva las piedras del camino.
“Sólo los héroes resisten…” (Nach)