viernes, 12 de agosto de 2016

Poeta

Caminaba entre la multitud, levantando murmullos y recelos. Unos de admiración, otros, quizás de envidia, y otros, sencillamente de incomprensión. No dejaba indiferente a nadie.

Vestía su mejor sonrisa, la de los domingos, portaba su camisa gris. Por su frente resbalaba un líquido rojo que brotaba desde su cabeza y que gotea por el suelo.

Caminaba con paso firme, la frente alta, embadurnada de sangre, y en su mano un corazón hecho trizas, desgastado y roto, carcomido, mordisqueado por las ratas, cada vez más pequeñito, cada vez más ennegrecido, cada vez más dolorido, y que, sin embargo, latía cada vez más fuerte.

No sé dónde iría el poeta, no sé si se desangraría en la siguiente esquina, o si fue princesa o fue ramera quien le robó el corazón antes de que volviera a respirar. Sólo sé que sonreía y se sentía feliz, pese a todo, o por todo.


Creo que fue por eso por lo que yo quise ser poeta, mi amor. 

"Siempre habrá personas que aunque tengan el corazón hecho trizas, te regalen su mejor sonrisa" (Arri).


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