No preguntaste si había hueco, o si estaba ocupado.
No te importó el desorden imperante, los restos de sangre, los impactos de bala, el olor a pólvora quemada, ni el ruido metálico de los casquillos rodando por el suelo.
Entraste a fuego, encarando el alma, cargada hasta las trancas, con la luz de tu mirada alumbrando cada rincón, disparando palabras y besos y saliva, escupiendo versos y palabras sinceras, rompiendo recuerdos, con la prestidigitación de abrir condones en los rincones más oscuros.
Entraste sin remordimientos, sin mirar atrás, sin preguntar si quería tu presencia o tu compañía, haciendo un butrón en el ventrículo izquierdo y haciendo allí tu morada.
Y no me preguntaste nada.
Y allí te quedaste por siempre, mientras suena la nana de otro verano...
Hueles a pólvora y a rayos de sol... (Deeks, NCIS LA)
No hay comentarios:
Publicar un comentario