Se han escapado los días en los que caminábamos desnudos por la arena de la playa, en los que construíamos cabañas junto a lagos, en los que vestíamos las paredes con gemidos y flujos. Ahora vuelan gaviotas con la brisa del mar sobre los restos de nuestros castillos de arena, aquellos que el mar destruyó para escribir nuestro epitafio y que volverá a borrar para reescribir nuestros destinos.
Las horas perdidas llaman a la puerta, obedeciendo a un dios impetuoso y cruel llamado Tiempo, intentando que vuelen reproches, palabras sucias llenas de rencor, emborronando todo lo que un día fuimos. El estrés golpea las cabezas, la tuya, la mía, destroza corazones limpios, contamina emociones y sentimientos, atenaza el pecho, hundiendo sus garras justo por debajo de las costillas y dejándonos sin respiración. Aguanta el golpe. No te hundas.
Dentro de poco, seremos dos universos paralelos, dos realidades distintas, dos caminos que se miran sin llegar a tocarse, pero que se recuerdan, charlan y sonríen.
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